LA JUSTICIA, EL DÃA DESPUES
Ahora que desde hace un tiempo la mayoría de los farmacéuticos vamos aceptando que hay vida más allá del mostrador o de Pami y de a poco estamos yendo a las cosas tal como alguna vez nos sugirió un pensador español a los argentinos, resulta más que oportuno realizar un ejercicio de análisis sobre cuestiones importantes pero sin perder de vista el contexto, ya que, por definición, contexto es el conjunto de circunstancias que rodean a una situación sin las cuales no se puede comprender correctamente.
Para hablar de justicia, por ejemplo, es necesario tener en cuenta el contexto porque siempre este ha influido sobre aquella, aunque como bien fue dicho alguna vez por un jurista: “el comentario es libre, los hechos son sagrados”.
La definición de manual dice que justicia proviene del latín iustitia que significa justo y del vocablo romano ius que quiere decir el arte de lo bueno y de lo equitativo (ius est ars boni et aequi) más el conjunto de normas codificadas aplicadas por los jueces, pero para los ciudadanos que no somos expertos en Derecho y hasta desconocemos cuáles son nuestros derechos aunque seamos la mayoría, para hacer lo que nos toca hacer para contribuir al funcionamiento del sistema, resulta imprescindible sentir confianza en la justicia, tener fe en que no hay mala fe para resolver y para juzgarnos, ya que quien más quien menos, todos creemos tener una noción de justicia recién después de una presunción de injusticia.
Si en verdad ha comenzado en nuestro país un tiempo de debates para cambiar lo que se pregona que hay que cambiar, entre la gran cantidad de temas a discutir y debatir no tengo la menor duda que uno de los principales es el de la Justicia, porque como en ninguna otra base de una sociedad organizada, en la justicia no sólo hay que parecerlo, también hay que serlo.
No hay nada más injusto que parecer justo. La justicia injusta sólo genera violencia.
En nuestro sector - el farmacéutico – conocemos sobradamente de este asunto porque lo venimos padeciendo desde hace muchos años. Lo injusto es que habiendo tenido los argentinos en nuestra historia dos grandes y preclaros sanitaristas como los doctores Ramón Carrillo y Arturo Oñativia, aúnhoy en el Siglo XXI, en los sectores de poder y de justicia se pretenda resolver una cuestión de salud pública con una receta comercial.
Una farmacia, no es un mercadito. Un medicamento, no es una caja de galletitas. Con este razonamiento deberá ahora resolver la Corte Suprema de Justicia de la Nación la cuestión Farmacity, su asentamiento en la provincia de Buenos Aires, y sus consecuencias que no son otras que el exterminio de miles de farmacias sanitarias donde el farmacéutico, hasta en los lugares más inhóspitos, pone el medicamento en mano de un paciente.
La Corte Suprema de Justicia de la provincia de Buenos Aires, por unanimidad, ha rechazado el asentamiento de Farmacity en la provincia más grande del país. La cadena apeló a la justicia de la Nación que es la máxima autoridad judicial de nuestro país, y ahora esta deberá expedirse. Que lo haga ahora que pasaron las elecciones legislativas o de medio término como también se les llama, es todo un dato para quienes somos legos en derecho pero sabemos distinguir cuando se trata de una maniobra política. No puede haber una justicia antes de las elecciones y otra el día después. No puede y no debe. Menos si se trata de la misma justicia que durante más de diez años miró para otro lado el accionar presuntamente doloso de algunos funcionarios cuando ejercían el poder y hoy, para congraciarse con la gente y el nuevo gobierno, levanta una inmensa hoguera para quemarlos. El silencio que guardó la justicia durante más de una década sobre esos funcionarios fue tan temerario como lo es ahora la presurosa enjundia con que pretende sentenciarlos. Por aquellos servicios prestados, y por acción u omisión, hay jueces jubilados que cobran verdaderas fortunas como jubilación de privilegio. Eugenio Zaffaroni, por ejemplo, quien hace tres años dejó su cargo como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cobra $ 384.953 por mes. El jubilado Augusto Belluscio cobra $ 377.728,35 y la viuda del juez Carlos Fayt recibe cada treinta días $ 325.104,42. Por eso decía que en cuestiones de justicia no hay que parecerlo sino serlo; el comentario es libre, los hechos son sagrados.